Agua, Golf y Buenas prácticas
La climatología de los años 2016, 2017 y 2018 será comparable e incluso más extrema que el primer ciclo de sequía de principios del siglo XXI.
Según la Agencia Estatal de Meteorología, entre los años 2002 y 2005, la precipitación en España fue inferior a la media de los diez años anteriores, siendo el año 2005 el más seco desde 1947, año en el que comenzaron los registros fiables de lluvias.
El Ministerio de Medio Ambiente, estima que la capacidad española para embalsar agua oscila entre 50 y 60 km3(*) y sin embargo la media del agua embalsada en la última década no ha superado los 40 km3, cantidad en permanente disminución.
Debido a ello, la reserva de agua a nivel nacional es sensiblemente inferior a la necesaria dando lugar a problemas de abastecimiento.
Para hacer frente a esta situación, desde las instituciones públicas se han fomentado entre otras medidas, campañas de ahorro y se han puesto en práctica planes de sequía para optimizar el uso del agua en la agricultura, industria, ocio e incluso en el consumo humano.
*1 metro cúbico equivale a 1.000 litros, 1 hectómetro cúbico equivale a 1 millón de metros cúbicos y 1 km3 equivale a 1.000 hm3, es decir a mil millones de metros cúbicos.
A pesar de que en no pocas ocasiones se ha presentado la industria de golf como paradigma del mal uso del agua, se estima que la demanda hídrica de todos los campos de golf en España es inferior al 1% de la necesidad total española.
¨LA DEMANDA HÍDRICA DE TODOS LOS CAMPOS DE GOLF EN ESPAÑA ES INFERIOR AL 1% DE LA NECESIDAD TOTAL ESPAÑOLA¨
La escasez de agua, ha obligado a que buena parte de los campos de golf adopten medidas para mejorar su uso, implantando para el riego de los campos la utilización de aguas residuales (no apta para consumo humano), e implementando protocolos de buenas prácticas así como nuevos sistemas de riego con aspersores y tecnología de última generación que permitan racionalizar el consumo de este preciado elemento.
Dicha circunstancia ha fomentado una planificación de riego muy precisa, y que los campos dispongan de un control muy riguroso e informatizado en cada zona de riego, y sobre todo, que el agua utilizada por hectárea en un campo de golf produzca un alto valor añadido.
Se olvida frecuentemente el esfuerzo realizado en los dos últimos lustros por la industria del golf para adaptarse a las directivas comunitarias y a la legislación vigente no solo en riego, también en el uso de productos fitosanitarios etc.
El golf es una industria que representa un deporte con el tercer mayor número de federados a nivel nacional, un deporte con un impacto económico que supera los dos mil millones de euros y once mil puestos de trabajo, y que a pesar de todos los esfuerzos realizados sigue arrastrando su historia negra de pelotazos y daños ecológicos, considerado por algunos sectores como elitista, un sector que ha sufrido una conveniente demonización por parte de diversos medios de comunicación y en algunos casos administraciones publicas convirtiéndose en presa fácil y recibiendo criticas desproporcionadas que poco tienen que ver con la realidad actual del golf.
Pongamos en perspectiva la demanda hídrica de todos los campos de golf de España, el 1% mencionado en comparación a otros usos por sectores:
- Casi el 80% se destina a regadío y agricultura.
- El 14% al abastecimiento de núcleos urbanos.
- Y a la industria se destina (donde está incluido el golf) solo el 6%.
No se incluye en esta distribución el agua necesaria para la generación de energía eléctrica o para la refrigeración de las centrales nucleares y térmicas.
No deseo extenderme demasiado sobre cómo se controla y racionaliza el uso del agua en otros sectores y mucho menos polemizar.
En este sentido, sería conveniente recordar el valor añadido que aporta la industria de golf en comparación a otros usos que por muy necesarios que sean, son manifiestamente mejorables.
Según distintas encuestas sobre el Uso del Agua en el Sector Agrario, la media anual para el agua de regadío oscila entre los 17 y 20 mil hm3, de los cuales, el 77% es administrado por comunidades de regantes.
La agricultura es sin duda una necesidad de primer orden, pero en opinión de los expertos, los citados planes de optimización implantados por la administración dentro del Plan Nacional de Regadíos, deberían contemplar un mejor aprovechamiento y control de un recurso tan limitado como es el agua, mejorando o haciendo cumplir la normativa vigente en cuanto a su uso y técnicas de riego.
Dentro de estos sistemas, el que se realiza por gravedad (o por inundación) es el método menos sostenible, y utiliza el 45,2% del total de los recursos hídricos.
En cuanto al valor añadido, se estima que una hectárea de regadío (con técnicas de aspersión, goteo, etc.) produce una media seis veces superior a una de secano, y no habría comparación posible con una hectárea de un campo de golf.
Lo más preocupante, es la perdida de agua que según el INE se da en las redes de abastecimiento y que anualmente se estima en el 16% del volumen de agua introducido en los sistemas de suministro, ya sea por roturas, fugas o averías.
Sin lugar a dudas es imprescindible la racionalización y optimización del uso del agua puesto que es un recurso limitado y esencial para la vida de los 7450 millones de habitantes que habrá en el planeta en 2018.
La mayor parte de las actividades económicas así como nuestra existencia, dependen de este precioso recurso, creo que entre todos debemos encontrar el equilibrio necesario, mejorando lo mucho que nos falta por mejorar y sobre todo, huyendo de demonizaciones populistas y fáciles hacia sectores como el Golf.
Asociación de Campos de Golf de Madrid